Para muchos checos es un acto de justicia histórica que llega 20 años tarde.
Dos décadas después que la Revolución de Terciopelo derrotó la dominación comunista en este país en 1989, un grupo de senadores checos presiona para que se prohíba al Partido Comunista, el único que sobrevive en el antiguo bloque soviético en Europa y que para sus muchos críticos es una vergüenza y una aberración nacionales.
"Los comunistas arruinaron este país y suprimieron la libertad, y aun así, 20 años después, siguen en el Parlamento'', dijo David Cerny, el iconoclasta artista checo que en 1991 pintó de rosado un tanque soviético, transformando un monumento conmemorativo de la liberación de Checoslovaquia por el Ejército Rojo en 1945 en el equivalente de un juguete grande. "Es un oprobio nacional. Los comunistas están poniendo el peligro el país. Los checos tienen que despertarse''.
Este mes los senadores dieron el primer paso, solicitando al gobierno que presente una denuncia jurídica ante el Tribunal Administrativo Suprema, la máxima autoridad electoral del país, para la suspensión de las actividades del Partido Comunista.
Aunque hay una obvia incongruencia --la campaña anticomunista afirma que está actuando en defensa de la democracia y al mismo tiempo tratan de prohibir un partido que sigue recibiendo fuertes votos en las elecciones-- los senadores insisten en que existe un peligro real. Afirman que el Partido Comunista, el tercero en fuerza en el Parlamento, sigue siendo fiel a la revolución antidemocrática y exigen que el partido se prohíba o abandone su llamado marxista a las armas, que según ellos va contra los postulados de la Constitución checa de que los partidos políticos deben renunciar a la violencia.
Según las leyes checas, la corte tiene el poder de hacer ilícito un partido, pero sólo tras una iniciativa del gobierno o del presidente. De modo que los senadores están depositando sus esperanzas en el primer ministro Jan Fischer, economista y ex miembro de la Oficina de Estadísticas durante la era comunista, quien describió su membresía de nueve años en el Partido Comunista como uno de sus "mayores errores''.
El furor anticomunista del senador que encabeza la campaña, Jaromir Stetina, de 66 años, podría parecer extraño: su abuela fue fundadora del Partido Comunista Checoslovaco. Pero Stetina, ex corresponsal de guerra, afirmó que el Partido Comunista en su estado actual es una peligrosa reliquia del pasado.
"Creemos que el Partido Comunista debe ser suspendido hasta que renuncien a la descripción de comunista y denuncien a Marx y a Lenin, quienes consideraban la violencia un medio legítimo de asumir el poder'', dijo Stetina. "Ni siquiera los millones de cadáveres que que provocaron las políticas de Lenin han convencido al Partido Comunista Checo de que abandone sus enseñanzas''.
Stetina y su comisión han revisado docenas de discursos y declaraciones del partido en busca de transgresiones de la democracia.
Su campaña cobró un nuevo ímpetu durante la reciente celebración del aniversario de la Revolución de Terciopelo en noviembre, cuando el Partido Comunista publicó una declaración incendiaria vilipendiando a los gobiernos elegidos democráticamente que siguieron a la revolución durante 20 años. Los checos, expresó el Partido Comunista, no querían renunciar al comunismo en 1989.
A diferencia de los partidos comunistas de Polonia y Hungría, que después de 1989 se transformaron en partidos de centroizquierda más tradicionales, el Partido Comunista Checo ha evitado cuidadosamente una reestructuración total.
Sin embargo, sigue creciendo y ganó casi el 13 por ciento de los votos en las últimas elecciones parlamentarias del 2006. Sus partidarios son principalmente los que están hartos de la politiquería y los nostálgicos del régimen, muchos de ellos ancianos jubilados, que consideran que la vida antes de 1989 era mejor.
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