Lograr que más personas tomen el transporte público siempre se ha visto como un factor vital para resolver el problema del congestionamiento del tráfico.
Lo que repiten constantemente los líderes del condado para resolver el problema es esto: la gente tiene que dejar sus automóviles y subirse al Metrobus, al Metrorail, al Tri-Rail, a All Aboard Florida o a una bicicleta.
Pero un análisis del Herald —un estudio a fondo de 27,000 quejas presentadas por los que toman el autobús diariamente— ofrece una explicación de por qué tantas personas no quieren usar el transporte público, cuando deberían considerarlo una forma fácil de ir y venir del trabajo. Eso es porque en demasiadas rutas, no es nada fácil.
Las quejas examinadas fueron enviadas por pasajeros de autobús desde principios del 2014 hasta julio del 2015. Detallan lo que irrita, enoja y espanta a los 210,000 pasajeros diarios del sistema.
En resumen, la investigación del Herald, realizada por el reportero Douglas Hanks, revela el interior del mundo del transporte en autobús.
Los fallos del sistema están causando que la gente llegue tarde al trabajo debido a sus horarios imprecisos, lo cual enoja a los trabajadores y a sus empleadores. Obligan a los usuarios a ver a otros pasajeros comiendo a bordo de los autobuses, y después se aterran al ver cucarachas atraídas por los restos de comidas que caen al piso de los vehículos. Y está también la conducta desconsiderada de los choferes que no se detienen en una parada de su ruta, aunque haya usuarios esperando.
Hay que dar crédito a los líderes de Miami-Dade, especialmente al alcalde Carlos Giménez, por tratar de resolver este problema. En julio, cuando divulgó su presupuesto, Giménez asignó fondos a la limpieza de los autobuses. “No me importa lo viejos que sean. Tienen que estar limpios”, dijo el alcalde. “Y tienen que ser seguros. Y tienen que llegar a tiempo”.
Giménez ha prometido iniciar una era de autobuses más limpios, más eficientes y más nuevos, junto con una nueva programación de las rutas y los horarios.
Este año, Miami-Dade llevó a cabo su mayor compra de autobuses desde el 2007, al invertir la suma de $70 millones en la compra de 45 autobuses extralargos para las rutas más usadas del condado. Los funcionarios del condado hicieron una ceremonia el lunes pasado por uno de los vehículos de 60 pies.
¿Pero por qué el sistema de Metrobus llegó a ser tan poco confiable? ¿No se suponía que el impuesto a las ventas de medio centavo para el transporte, aprobado en el 2002, costearía el sistema?
En años recientes, la recesión empeoró las cosas. El dinero asignado para mejoras se dedicó a subsidiar operaciones de autobuses para ayudar al fondo general del condado, alimentado por los impuestos a la propiedad y otros tributos que mantienen al Departamento de Tránsito de Miami-Dade. Algunos dirigentes sindicales culparon también a las medidas de austeridad de Giménez.
El condado señala que la mayor parte de las quejas tiene que ver con los retrasos, que se deben mayormente a la congestión en las vías de Miami-Dade. Sí, los autobuses quedan atrapados en los mismos embotellamientos del tráfico que los automóviles. Además, la flota es vieja y sufre más roturas.
De todos modos, lograr que los autobuses sean puntuales debe ser una prioridad del condado en la batalla por resolver nuestros problemas de tráfico.
Todos los componentes tienen un papel fundamental, desde el potencial de la Underline a lo largo de la U.S. 1 hasta All Aboard Florida —rebautizada Brightline el lunes— y el Metrorail, el Metromover y, claro, los autobuses.
Más importante, es imperativo que los dirigentes del condado sigan en su empeño de conseguir que Metrobus sea un sistema bien aceitado y aceptado, como debe ser. El condado no debe permitir que los residentes lleguen tarde a sus trabajos.
Las promesas del impuesto a las ventas del medio centavo del 2002 se rompieron, pero esta vez el condado no puede perder la fe de sus residentes en el dilema del transporte público.
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