El discurso del presidente Obama desde la Oficina Oval no tuvo la emoción que muchos esperaban. En situaciones como la actual, en que los norteamericanos se sienten furiosos y vulnerables, Obama suele escoger un tono calmado. De todos modos, tenía que hablar a su audiencia nacional —e internacional— sobre la mezcla de hostilidad, temor y confusión, y a la vez sobre la búsqueda de soluciones.
El Presidente dio la impresión de manejar con mano firme el timón de la nación al perseguir y combatir a los criminales miembros del Estado Islámico, también conocido como ISIS.
Pero en realidad no dijo nada novedoso, y la verdad es que no fue muy persuasivo al tratar de convencernos de que su estrategia para derrotar a ISIS es la correcta. Y ahora que ha quedado bien claro que el terrorismo de ISIS no es algo que ocurre muy lejos, los norteamericanos quieren un poderoso grito de guerra. Pero eso no sucedió. Incluso el domingo por la noche el Presidente dijo que “nuestro éxito no dependerá de que usemos palabras fuertes”.
No obstante, en general usó el tono adecuado y dijo lo que hacía falta decir. Obama aseguró al país que las fuerzas armadas norteamericanas siguen “persiguiendo a los que planean acciones terroristas en cualquier país donde sea necesario”.
En realidad, el gobierno está intensificando discretamente su guerra contra ISIS. La semana pasada anunció que desplegará tropas de operaciones especiales en Irak y Siria para perseguir a extremistas islámicos. Se trata de un cambio, y no muy sutil.
Definitivamente está poniendo “botas en el terreno”, aunque solo son unos 150 por ahora. Es una acción que el Presidente reiteró que no iba a ocurrir. Es cierto que no es como la invasión en toda la línea que George W. Bush lanzó contra Irak. Pero sí contempla la participación de equipos especiales en Irak, recogiendo datos que ayuden en el combate contra el terrorismo.
El gobierno de Obama dice que sus tropas especiales señalarán blancos de ISIS para la campaña aérea.
El Presidente debe tener cuidado de no caer en un atolladero. Estados Unidos no debe dejarse arrastrar a una guerra en Siria. Eso es lo que el enemigo quiere, y debemos saber a estas alturas que librar una guerra que no nos conviene es inútil y peligroso.
Obama también pidió al Congreso que dé la autorización legal para la campaña militar norteamericana que empezó el año pasado. Es la mejor forma para esta nación de presentar un frente unido contra el terrorismo. Pero los legisladores están dilatando su respuesta mientras arrecian sus críticas contra la Casa Blanca, pero sin ofrecer nada concreto que permita ganar esta contienda. Y con una elección muy importante en el horizonte, es probable que mantengan su actitud.
Los oponentes de Obama siguen ignorando el terrorismo doméstico, que en ciertos casos está vinculado al terrorismo que surge más allá de nuestras fronteras. A raíz de la masacre en San Bernardino, el control de armas —que el Presidente incluyó en su discurso— sigue siendo un tema que el Congreso elude. Los perpetradores de la matanza de San Bernardino, que según todos los indicios eran musulmanes radicalizados, tenían una enorme cantidad de armas y municiones, lo cual señala la posibilidad de que planeaban más matanzas.
Obama se esforzó por mantener a la nación enfocada en los que nos quieren hacer daño, y trató de que la gente no caiga en el error de vincular a todos los musulmanes con el terrorismo.
Teniendo en cuenta que el candidato presidencial Donald Trump, célebre por su retórica incendiaria, pidió el lunes que Estados Unidos cierre las puertas a todo musulmán que quiera entrar en nuestro país, tal vez el tono calmado de Obama en la Oficina Oval es precisamente el que la nación necesita.
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