“¡Santa Claus, Santa Claus, Santa Claus!”, grita en tono festivo un vendedor ambulante mientras ofrece gorros de Papá Noel a turistas y peatones en una calle aledaña a la Basílica de la Natividad, en Belén.
Como cada diciembre, el comienzo de la temporada de Navidad tiñe las calles de esta urbe palestina de decoraciones, melodías navideñas, imágenes religiosas y tiendas con productos típicos de la festividad cristiana.
En el centro urbano, junto a la Plaza del Pesebre, se erige la iglesia de la Natividad, construida sobre la cueva donde, la tradición cristiana, establece que nació Jesús de Nazaret.
La Navidad comienza con el encendido del árbol
Durante las festividades navideñas, que se reparten entre tres días distintos de Navidad según los ritos latino, ortodoxo y armenio (25 de diciembre, 7 de enero y 18 del mismo mes), muchas personas se arremolinan en los accesos de la basílica para visitar la Gruta de la Natividad, el punto donde la Virgen María habría dado a luz a Jesucristo.
Cada diciembre, el primer sábado del mes, las festividades navideñas comienzan con el encendido de la iluminación del árbol de Navidad, situado junto a la iglesia en la plaza, que este año está decorado con bolas de color rojo y guirnaldas de lucecitas parpadeantes.
El pasado 2 de diciembre, cuando se celebró la ceremonia oficial de encendido de las luces, alrededor de 15,000 personas se reunieron para presenciar un momento que, para muchos cristianos de Tierra Santa, es mágico.
“Para nosotros, la ceremonia de iluminación del árbol es un símbolo que marca el comienzo de la Navidad”, explica Aida Jazen, una estudiante árabe cristiana de 20 años procedente de la región de Galilea, en el norte de Israel.
“Nos encanta el evento, cada año venimos de peregrinaje con mi familia para celebrarlo”, comenta la joven, que luce una cruz plateada en el cuello mientras contempla la celebración navideña desde la terraza del restaurante del Bethlehem Peace Center, un espacio cultural y de encuentro, en el núcleo de la ciudad donde las vistas para ver como se ilumina el árbol navideño son privilegiadas.
Poco antes del encendido de las luces, con todas las calles del centro de Belén llenas de gente, mientras los grupos musicales que participan en la ceremonia oficial tocan villancicos, se escucha la llamada a la oración desde el minarete de la mezquita principal de Belén, ubicada en la misma Plaza del Pesebre, frente a la Basílica de la Natividad.
En aquel momento, los fieles musulmanes se dirigen a rezar al templo islámico y se cruzan con los peregrinos cristianos que esperan a ver el árbol iluminado. Sin embargo, en la ciudad de Belén y los territorios palestinos, la interacción entre cristianos y musulmanes es la norma.
El orgullo de que allí naciera Jesús
Alrededor de un tercio de la población de Belén, que cuenta con unos 30,000 habitantes, es de religión cristiana. El resto son musulmanes, pero la relación entre los vecinos de ambas religiones es amistosa.
Para Yibril Al Bakri, gobernador de Belén, la convivencia se refuerza durante la Navidad. “Esta es una tierra de paz y creemos en ella”, añade Al Bakri, que lamenta las consecuencias que tiene la ocupación israelí sobre la ciudad.
Por otro lado, en opinión de Ali Abu Srour, viceministro de Turismo palestino, la celebración de las Navidades en lugares como Belén “es una ocasión para expresar fraternidad y demostrar que no hay diferencias entre cristianos y musulmanes”.
Belén, a menos de diez kilómetros de Jerusalén, está separada de esa ciudad por la valla y muro de hormigón de hasta ocho metros de alto que Israel construye en Cisjordania, que impide el libre paso y el cruce de sus habitantes hacia la Ciudad Santa sin un permiso israelí.
“Jerusalén y Belén son lugares históricos de culto para las tres religiones (cristianismo, judaísmo e islam), pero la mayoría de palestinos cristianos no pueden desplazarse a Jerusalén durante estas fechas por culpa de la ocupación”, denuncia Al Bakri.
“La Navidad significa mucho para la gente de Tierra Santa, significa que aún estamos aquí, siendo cristianos en nuestra tierra”, declara Elias Taban, sacerdote católico de Beit Sahur, al lado de Belén, aldea en la que está el campo de pastores donde la tradición cristiana cuenta que los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús.
Allí, según indican los cálculos de la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, el 80 por ciento de la población es de confesión cristiana.
“Nos sentimos orgullosos de que Jesús naciera en nuestra tierra: somos los testigos vivientes del misterio de la encarnación y de la salvación”, dice Taban, que ve las fiestas navideñas como un período del año en que retorna la esperanza.
“Para nosotros, la Navidad es un mensaje de paz y de justicia, Jesús es fuente de todo ello y esperamos que él nos aporte la concordia que tanto anhelamos”.
Jerusalén y su capitalidad
Durante la temporada navideña el Ayuntamiento de Belén prepara toda la infraestructura al detalle. “Trabajamos año tras año para mejorar la acogida turística y religiosa”, dice el alcalde Anton Salman.
“La celebración más importante para nosotros es el 24 de diciembre”, explica Salman, refiriéndose a la tradicional procesión que el patriarca latino, principal cargo de la iglesia católica en Tierra Santa, realiza cada año desde su sede en Jerusalén hasta Belén, cuando arrancan los principales actos litúrgicos de la Navidad, en una jornada que vuelve a llenar la ciudad de gente.
El portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Xavier Abu Eid, denuncia las trabas impuestas por Israel que ocupa Cisjordania desde 1967.
“La Navidad es una celebración nacional palestina y se celebra en el contexto en que vivimos, bajo ocupación”, lamenta el político. “Belén está rodeada de 18 asentamientos israelíes ilegales y es una de las principales víctimas de las políticas de colonización israelí”, añade.
Esta Navidad se celebra, de hecho, semanas después del anuncio del presidente norteamericano Donald Trump de considerar Jerusalén como capital de Israel, que ha provocado un aumento de la tensión que ha afectado también a Belén, donde hubo protestas con las fuerzas de seguridad israelíes.
“Nos tratan como extraños en nuestra propia tierra”, declara Hama Masad, sacerdote del pueblo de Bet Yala, situado dentro de la demarcación administrativa de Belén.
“Llevamos ya 50 años de ocupación, pero no podemos cumplir con nuestros preceptos cristianos con libertad si vivimos tras el muro de separación”, expone este cura.
“Jerusalén es el lugar donde Dios se encuentra con los hombres y tendría que ser una ciudad abierta a todo el mundo, para las tres religiones, donde nos podamos reconciliar y vivir en paz”, opina.
Para él “reconocer Jerusalén como capital de Israel no es hacer justicia”. Aún así afirma que “como cristianos, aún creemos que podemos vivir juntos, con paz y justicia en la misma tierra”, comenta Masad, en un mensaje que se refuerza precisamente en fechas como la Navidad.
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