Marius se va a la mar y Fanny se muere de amor, es la esencia dramática de los personajes de Marcel Pagnol, que protagonizan sus piezas y han tenido un exitoso camino en la pantalla grande. Ambas historias, Marius y Fanny, la primera enfocada en el personaje masculino, la segunda en el femenino, fueron llevadas al cine en los años 1930, por Alexander Korda ( Marius) y Marc Allégret ( Fanny). Más tarde el propio Pagnol dirigió una tercera parte, en 1936, basada en otra figura importante de la trama, César, pero esta vez escribió primero el guion para luego convertirlo en una pieza, completando su famosa trilogía marsellesa.
Marius y Fanny regresan al cine de la mano del francés Daniel Auteuil, habiendo adaptado antes otros textos de Pagnol ( La fille du puisatier). El conocido actor y director respeta con exactitud la original trama y le pone los rostros de Victoire Belezy y Raphaël Personnaz a sus protagonistas Fanny y Marius y el propio Auteuil interpreta a César. Con otras importantes figuras de la escena francesa como Jean Pierre Darroussin (Panisse) y Marie-Anne Chazel (Honorine), la película conserva un cierto tono teatral –los personajes hablan un poco como si recitaran. La factura, la música, la época en que se ambienta, el proverbial bar de la Marine como núcleo escenográfico, todo remite a esas dulzonas piezas dramáticas del cine de épocas pasadas.
Fanny es una clásica historia de pueblo marítimo, con sus barquitas, bares de marineros y puestos de pescado en la que casi podemos oler el aroma del mar, y hay una dulce gracia contenida en algunos pasajes, como el de la lectura de la carta que César, el padre de Marius, lee a Fanny, la novia abandonada.
Ella, Fanny, se la pasa llorando por el hombre que se fue a navegar; como una sufrida dama de las camelias –o más bien “dama de los mariscos”– que sacrifica su propia felicidad por el hombre amado. A esta cinta tan grata solo podría reprochársele la moralizante descarguita final, que suena rancia y latosa, y despoja al personaje masculino de voluntad de espíritu, dejándolo como un pelele desvergonzado. Los dos episodios tienen una independencia narrativa que permite apreciarlos por separado sin perdernos en la trama. Pero para comprender a Marius habría que conocer su gran pasión, que introduce la primera parte, evocada en la imagen de ese barco velero que se divisa desde la costa de Marsella y que inicia ambos filmes idénticamente. •
Comentarios